La familia De la Rosa llegamos a Ciudad Juárez en junio de 1957. El tema de análisis y discusión era: ¿Fue Pedro Infante el que murió en el avionazo? Todo el mundo tenía una teoría al respecto, y había muchos que juraban haberlo visto trasladándose en un autobús o cantando en una cantina. Como ustedes saben, Pedro Infante era un parrandero pero abstemio al mismo tiempo.

Años después, cuando Salinas de Gortari impulsó y firmó el tratado de libre comercio, los aranceles no solo desaparecieron para la importación temporal, sino que el arancel tasa cero fue muy importante para el desarrollo de las empresas norteamericanas en México. Los mexicanos siguieron ganando el salario mínimo, e incluso durante los siguientes 30 años los trabajadores mexicanos ganaron entre cinco y siete dólares diarios, mientras que en Estados Unidos se pagaba más que esas cantidades por hora hombre.

También tuvieron grandes ganancias los comerciantes mexicanos que vendían en México productos importados más baratos que los productos mexicanos. Se cerraron muchas empresas que no podían competir con los productos norteamericanos.

Antes de Salinas de Gortari, el discurso fundamental de los políticos mexicanos era: "Debemos mantener control sobre la inversión extranjera en el país, porque estamos arriesgando eventualmente la soberanía mexicana y estamos impidiendo el desarrollo de la industria y la agricultura de México".

Después de Salinas, todo el desarrollo del país depende de la inversión extranjera en México, y seamos sinceros, lo que vende México a las empresas que se establecen aquí es la mano de obra barata. Y después de 50 años de trabajo industrial, tenemos una mano de obra bastante productiva. El proletariado mexicano de estos años es la tercera generación de trabajadores industriales.

Y en aquel entonces, la competencia a las mercancías norteamericanas eran Japón y Corea del Norte en Asia, y Alemania, Francia, Italia e Inglaterra en Europa. Pero a pesar de que eran una competencia amigable con los Estados Unidos, la verdad es que esa sola competencia ponía preocupación en la mentalidad de los empresarios norteamericanos.

Ahora, y sin profundizar más allá de mi experiencia personal, me hago las siguientes preguntas: ¿Quién le teme a los aranceles? Ahora la competencia por el mercado mundial es más feroz y más eficaz que hace 50 años. La apuesta que hicieron las empresas norteamericanas por invertir en México es tan grande que no es fácil levantarla y trasladarla a su país, empezando por la logística de hacerlo y los costos de funcionamiento en el territorio al norte del Río Bravo.

Los enemigos de los gringos en el comercio mundial son menos dóciles que al final de los 50s y son muy eficaces en la producción de sus mercancías. El dólar ya no es el señorón de antes, y las empresas norteamericanas que antes se presumían invencibles ahora los vemos que tienen problemas para mantenerse en el mercado mundial.

Y los mexicanos ocupados en las empresas vivieron durante muchos años, 30 para ser exactos, o un poco más, con salarios de supervivencia. La opción no es que las empresas gabachas se regresen a su tierra, la opción es si esas empresas siguen funcionando y son competitivas frente a las empresas chinas, o cierran y empiezan a invertir en otras actividades que puedan hacer dentro de su patria para vendérselo a los propios norteamericanos.

Y seguramente los policías gordos y de uniforme color Katy verdoso volverán a aparecer, pero tal vez controlando la frontera Norteamérica, y los ingeniosos mexicanos buscando la forma de cruzar autos, sueños, refrigeradores coreanos, tractores soviéticos, o mercancías importantes de México a Estados Unidos.